El liberal

Reflexiones que se perdían en el aire, notas y apuntes, digresiones del discurso rutinario… una mirada que pretende intuir el mundo de hoy con la ayuda del liberalismo de ayer.

martes, diciembre 06, 2005

SAN AGUSTÍN, CORRECCIÓN POLÍTICA Y RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL.

De vuelta de Milán, reemprendemos el blog. Como muchos otros visitantes, pensaba que la belleza de la capital lombarda se limitaba a un paseo entre el teatro de la Scala y el Castello Sforzesco, pasando por la galería Vittorio Emanuele II y el Duomo con su piazza. Es lo que había visto en una anterior visita. Sin embargo, ahora, pude apreciar los barrios situados al sur del Duomo, con sus iglesias del siglo IV, como Sant’Ambrogio y San Lorenzo alle Colonne, la Universidad Católica, los antiguos cafés en las empedradas y curvilíneas calles, los canales, etc. Y no olvidemos, al norte del Duomo, la pinacoteca de Brera y, claro, las tiendas de la via della Spiga y de via Montenapoleone.

Cosas de la vida. Andaba leyendo esos días Las confesiones de San Agustín, cuando caí en la cuenta de que él había sido bautizado por San Ambrosio en la ciudad donde me encontraba. Así que esta vez no podía irme sin ver el baptisterio paleocristiano bajo el Duomo, donde, dicen, se había realizado tal bautismo. Allí, Agustín había llegado tras años de militancia en una secta maniquea, pero, también, tras muchas dudas y escepticismo.

Como hoy los “correctos”, los maniqueos no creían en la responsabilidad individual. “Mi pecado totalmente incurable era no creerme pecador” (Libro V, Cap. X). Pensaban que si actuaban incorrectamente, había que buscar la responsabilidad en dios, ya que él era quien les guiaba por esos caminos. Hoy, para los nuevos “protectores de la verdad”, Estado y sociedad (aquello que según la Thatcher, y quizás con razón, no existe) son los únicos culpables de todo: del fracaso escolar, del vandalismo, de cualquier falta individual... En realidad, esta posición no hace más que agravar los problemas. Los individuos, como los pirómanos que flambeaban coches en Francia, no se creen pecadores, como no lo creía San Agustín en su época maniquea. ¿Será el Estado un nuevo Dios que actúa a través de los individuos sin que la voluntad de éstos pueda hacer nada para evitarlo?

San Agustín, con su conversión cristiana, inició una denuncia de la opinión general de su época que sigue siendo totalmente válida hoy en día. Así, escribe: “Ved adonde cae la persona débil, no unida aún a la verdad estable. Es llevada y traída, arrojada y sacudida, según soplen los vientos de las lenguas de los que emiten su opinión. La luz se le oscurece y no ve la verdad, a pesar de tenerla ante la vista” (Libro IV, Cap. XIV). Y reconoce que, estando equivocado en su juventud, amaba aquello que amaban los demás, y más lo amaba cuanto más lo amaban los demás; y ésta es, además, la forma más rápida de encontrar el aplauso del resto de mortales.

Como liberal, prefiero el aristotelismo de Santo Tomás de Aquino que el neoplatonismo agustiano, pero ya saben que quien ve con un solo ojo u oye con un solo oído, no percibe la realidad, sino una parte o una deformacion de ésta. Además, el testimonio de San Agustín no tiene desperdicio ya que nos muestra una época, los días finales de Roma, que, lamentablemente, se parece tanto a la nuestra.

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